André Malby, el Hombre que Salvó mi Vida - André Malby y Andreas Faber-Kaiser

André Malby, el Hombre que Salvó mi Vida, André Malby y Andreas Faber-Kaiser

Título: André Malby, el Hombre que Salvó mi Vida
Autores:  y
Medio de publicación: Revista «Más Allá de la Ciencia» nº56
Fecha de publicación: 

En esta entrevista nos encontramos un enormemente agradecido Andreas Faber-Kaiser quien, en un momento muy crítico de su enfermedad, experimentó una notable mejora tras permanecer un tiempo bajo los cuidados de André Malby en su masía. A lo largo de la entrevista, Andreas y André recorren, en tono de profundo afecto mutuo, los misterios del episodio de sanación que ambos acaban de vivir.



ANDRÉ MALBY, EL HOMBRE QUE SALVÓ MI VIDA

André Malby es un personaje multifacético con el que he tenido la oportunidad de compartir grandes momentos de mi vida. Muchos españoles le conocen por sus frecuentes intervenciones en el programa “La Tabla Redonda”, cuando lo dirigía Fernando Sánchez Dragó en Televisión Española. Pero pocos son quienes saben de su tremenda humanidad y de su sabiduría. Mi milagrosa recuperación en su casa me permitió charlar de nuevo con él a fondo. Hice esta entrevista con el corazón. Confío en haber sabido trasmitir mis sentimientos, mis pensamientos y, por supuesto, los suyos.

André Malby, durante la entrevista

André, venirme a vivir aquí, a tu masía, ¿era la única forma de salvar mi vida?

—¿Sabes? El vivir o no vivir de alguien depende de cómo capta su realidad. Y yo creo que, en cuanto a la peligrosidad, era sólo por el aspecto momentáneo de una trayectoria bastante más lejana, importante e inmersa en dimensiones difíciles de explicar.

Pero yo siento que, si me hubiera quedado en Barcelona, en casa o en el hospital, no me habría recuperado.

—Hoy estaría ocupándome de ti, pero sólo para hacer un texto en honor de tu losa.

¿Qué habrías puesto?

—“Hubiera podido ser”.

Pero puede seguir siendo.

—Te diré una cosa: tú tienes una apuesta con el mundo, con el conocimiento, con las fuerzas que acaban en cada persona, pero que rigen masas. Tienes que ver con lo que tiene que nacer, si este planeta sigue con este gran ser que es la Humanidad encima, y va a ser el hecho de que la única fuerza vigente es la conciencia y la única manera de manifestarla es el amor. Ahí sí que tienes mucho que hacer. Realmente todo.

Acabas de decir “este gran ser que es la Humanidad”. ¿Continúas pensando, como ya hacías hace dieciséis años, que la Humanidad toda constituye un solo ser vivo?

—Sí, absolutamente. El drama es que la gente se tapa la conciencia para no sentir lo que muere dentro de ella. Cada vez que muere un niño en Soweto o que alguien revienta bajo una bomba en Sarajevo, o que un palestino o un israelí, en el Jerusalén cortado en dos, revienta bajo balas, armas blancas o lo que sea, muere él mismo. La vida o la muerte de todos y cada uno, tiene que ver con todos y cada uno. Y el que no vive con los demás, a través de los demás y al mismo tiempo que los demás, no ha vivido nunca.

Cuando viniste a mi casa, el día 11 de Julio, parecías muy impresionado por mi aspecto.

—Sí. Es que no solamente te estabas muriendo. Yo, por desgracia, he vivido muchísimas veces —más de las que quisiera— la muerte de gente que quería, que conocía y que se cruzaron en mi vida. Y hay unas señales inequívocas, que empiezan por cosas muy rudimentarias como el olor, pero que siguen con el color, la luz que sale de los ojos, los pelos pegados a la frente, el sudor, la respiración afanosa, la pérdida de peso, los dibujos mismos de la cara, hundidos dentro de la carne, la falta de convicción de las palabras, que apenas salen de los labios… Y, por encima de todo, se nota un desinterés absoluto por todo. El enfermo grave sólo se ocupa de él y, más que de él, se ocupa de lo que le molesta. Y esta construcción piramidal acerca de lo que se está hundiendo es la señal inequívoca de la gente que se está muriendo. Tú te estabas muriendo y yo no podía dejarlo así.

André Malby, durante la entrevista

De todas formas, la decisión fue instantánea, pero muy arriesgada. Porque la medicina convencional me decía que debía ingresar en el hospital, que había de tomar una serie de medicamentos y hacerme unos análisis específicos, a todo lo cual me negué. Y tú aceptaste el reto y dijiste “No: a mi casa”. ¿Sabías lo que te estabas jugando?

—Sí. Me estaba jugando una cosa muy sencilla, que era que lo más normal era que te murieras en mi casa. Igual que te hubieras muerto en el hospital; pero en el hospital es la muerte legalizada. Y en mi casa hubiera sido yo el acusado de que te hubiera hecho morir, lo cual hubiera supuesto una irrupción feroz de perros ciegos y tontos. Pero mira: yo siempre he vivido frente a la idiotez; y no por haberme planteado ir hacia el amigo fundamental voy a bajar la cabeza y cambiar de opinión.

¿Qué has hecho para curarme? Ha sido muy complejo.

—Si hubieras sido una niña, me casaba contigo. Pero por ser hombre y amigo, pues te mandé todo el cariño —cariño de ese hondo, que sólo hombres entre hombres pueden conocer— y como conozco la fragilidad de los que aparentamos fuerza y violencia hacia afuera, me preocupé de tu parte tierna, decidiendo que, al igual que en las semillas del campo, lo importante es el germen y no la cáscara.

«En el hospital de Barcelona estuvieron a punto de ingresarme, de hacerme una transfusión de sangre y una broncoscopia, además de insistirme hasta casi la amenaza en que debía tomar inmediatamente el Retrovir o AZT. Me negué rotundamente».

André Malby durante un momento de la entrevista con Andreas Faber-Kaiser, con quien charla durante un programa radiofónico

¿Es la curación más importante que has realizado en tu vida? ¿O una de las más complejas?

—Más compleja, no; más importante, tampoco. Pero sí la más intensa, porque es la primera vez que realmente me he mojado en todo. Yo, mi fuerza la aplico siempre, lo que sé también, pero en esta ocasión involucré también mi vida, la de mi mujer, la de mi hijo, la existencia de mi casa, bueno… la totalidad. Realmente no veo qué cosa quedaba salva, fuera de peligro, en este acto; pero, además, era fundamental, porque si no se hacía así tampoco habría sido posible llegar a la intensidad necesaria. Porque no podía curarte a ti como ente aislado: te tenía que atender precisamente para lograr que no quedaras aislado. Porque sólo muere lo que está aislado. Lo que no está aislado, que pertenece al gran ser, nunca muere. Y en esta transfusión entre la eternidad de conciencia de este ser que tiene cien mil caras por cada hombre que aparece en la faz de esta Tierra, en este proceder, hacía que si dejabas de ser Andreas Faber-Kaiser encerrado en un destino y un dibujo propio, empezabas a ser al revés, una emanación de algo que nunca ha muerto desde que la primera macromolécula proteica se dividió en dos en el mar primordial. En este momento era imposible morir. Porque la muerte sólo tiene sentido en lo relativo. Por eso te intenté poner en el absoluto. Y funcionó.

Para mí constituye una experiencia impresionante y pienso que he vivido, por vez primera en mi vida, lo que es una curación integral. En la que intervienen todos los elementos a disposición del sanador y del enfermo.

—¿Sabes?, yo creo que cada mujer, cuando da a luz a un niño, tiene una relación con una intensidad bastante similar. Creo que cada vez que salimos de algo que podría destruir esta fuerza gigantesca que hace que la vida se oponga al desorden universal —la vida es negantrópica, frente a la entropía material de las sustancias disparadas por el “big bang”— cada vez que alguien emana la vida, se implica totalmente. Y la curación no es un acto, es una constatación. El sanador que dice que tiene un poder, miente. El sanador no tiene nada; y porque no tiene nada, deja que el otro exista. En realidad, tenemos la importancia del cartero que entrega una carta. Se puede asegurar sólo la limpieza de transmisión entre cosas que ultrapasan un destino personal, una identidad característica de uno y que tiene que ver sólo con la inmensa fuerza de la vida, que siempre se reproduce haciendo que las cosas desordenadas, que son los elementos funda­mentales, se organicen en moléculas y secuencias que son la vida. Y que además son capaces de reproducirse.

«Una neblinosa masa blanca —explica Andreas Faber-Kaiser— invadía todo cuanto me rodeaba y dificultaba, casi hasta la ceguera, la distinción de los contornos de cuanto había a mi alrededor: mi aspecto era realmente el de un espectro ambulante».

André Malby y Andreas Faber-Kaiser en el jardín de la casa de campo donde se estuvo recuperando
En la página anterior, arriba, André Malby durante un momento de la entrevista con nuestro compañero Andreas Faber-Kaiser, con quien charla (abajo y sobre estas líneas) durante un programa radiofónico y en el jardín de la casa de campo donde se estuvo recuperando.


Lo lamentable es que, por lógica, por tiempo, por dedicación, un sanador, un médico, no se puede dedicar habitualmente con esta intensidad a su paciente…

—Estás confundiendo dos cosas. El arte de la medicina se manifiesta habitualmente a través de actos aislados y momentáneos. Sin embargo, es un estado mental, una especie de nivel interior de conciencia que sólo implica una relación permanente y continua con el gran Todo. Y de ahí mi admiración permanente y sin límite alguno hacia los espagíricos, los alquímicos, los grandes hombres que, en el diálogo con la naturaleza, al leer el gran libro abierto de las cosas como son, han permitido —de página en página de este libro siempre abierto— que otros se curen. ¿Qué es curarse? Es sólo volver a lo que tendríamos que ser. No es un acto de prepotencia, no es un poder ejercido, no es el milagro de la sustancia que te cambia haciendo que lo que tenía que ser no fuera. No; curar es hacer que uno vuelva a ser tal y como era desde la más remota antigüedad y que mantenga su identidad.

Crees que si yo -o cualquier otro paciente- tuviera la fuerza suficiente, ¿me podría haber autocurado?

—Sí, pero no con la fuerza: con la debilidad.

En tu caso, en la misma situación: ¿André Malby se podría haber autocurado?

—No. Pero me habría abierto y habría dejado que la vida me cure. El problema es que la gente cree que la voluntad, o sea, reforzar el ego, es el secreto. Es exactamente. al contrario: la voluntad es una idiotez, por­que solamente sirve para demostrar lo que es perecedero. En realidad, las fuerzas que se mueven y tocan en esos casos son de índole com­pletamente diferente. En realidad, lo que se hace —en vez de ocuparse de lo que es momentáneo, que tiene un tiempo limitado, que tiene una vigencia limitada— es aferrarse a la continuidad absoluta. Dentro de ti viven miles y miles de personas anteriores. A cada paso que das, suenan los pasos de miles de generaciones. La vida pertenece a la continuidad, a la totalidad de este bloque. Porque, aunque te mueras, en Sergi, tu hijo, y Monika, tu niña, sigue un mensaje que tú llevas desde los inicios mismos de la vida en este planeta. Esto es la fuerza real. Curar no es ejercer la voluntad: es dejar que lo que hay se manifieste. Cada vez que intentemos imponer a la gran dinámica de lo vivo nuestra visión limitada de lo que creemos ser, evidentemente tendremos problemas.

“A MÍ ME PAGAN PARA BUSCAR, NO PARA ENCONTRAR”

«Cuando les dije a los médicos que me iba a descansar al campo, a casa de un amigo mío homeópata y sanador integral, y que a la vuelta ya pasaría para hacerme los análisis, me advirtieron: “Tal vez para entonces ya no estés a tiempo.”».

Vista general de la casa de André Malby donde Andreas Faber-Kaiser estuvo recuperándose
Sobre estas líneas, vista general de la casa de André Malby donde Andreas Faber-Kaiser estuvo recuperándose. Abajo, el salón de la vivienda. En la página siguiente, arriba, el despacho del sanador. Abajo, durante un momento de la conversación.
Salón de la vivienda de André Malby

¿Hay médicos convencionales que no reconozcan públicamente su creencia en las medicinas alternativas y que, sin embargo, acuden para su propia curación a tu consulta?

—Cantidades, cantidades ingentes. Incluyendo el caso más terrible para mí, el de un señor que me enteré después quién era. Empezó así: vino una señora con un cáncer de mama, bastante clásico, pero que había recibido toda la colección de lo que se puede intentar. Evidentemente, tenía metástasis, alteraciones en gamma­grafía, etcétera. Yo le indiqué unas pocas cosas, y a los tres meses mejoró de manera tan brutal que cuando bajó su marido —yo estaba entonces en Marbella— ni la reconoció. A raíz de esto me vino a dar las gracias, pero mientras tanto esta señora me había indicado que su marido no solamente era médico, sino investigador especializado en el campo de las terapias del cáncer. Lo cual me hizo pensar: “Vaya, ¡qué gloria!”. Y le dije: “Gracias por haber venido; toma, aquí tienes el dossier de tu mujer; cógelo y lo que quieras saber sobre lo que le he hecho y lo que le he dado, estoy a tu disposición. Porque como es un caso que has vivido directamente, puedes aprovecharlo para entender”. Y este hombre me contestó la cosa más brutal que nunca he oído en mi vida. Me dijo: “A mí me pagan para buscar, no para encontrar”. Con lo cual lo eché a patadas; patadas físicas. Quiero decir que lo pegué. Esto sucedió en el edificio AMI de Marbella, séptima planta, apartamento A. Así de claro. Frente a este muestrario de idiotas, existe una infinidad de gente superlimpia, superhonesta, pero que al final, atrapados como están entre un tiempo diario superlimitado que no les permite tener ni siquiera tiempo para ocuparse de ellos mismos, no tienen tampoco tiempo ni ganas de ocuparse de las mil y una informaciones disponibles permanentemente. Con lo cual muchas veces —y esto es una pena— un médico suele tener el conocimiento, en el mejor de los casos, del día en que se le entregó el diploma. Y muy pocas veces refleja dónde están y cómo son los conocimientos en el momento en el cual te recibe. Ahí está el problema.

Despacho de André Malby

Tú me has hecho seguir una tanda de cuatro sesiones de ozonoterapia para regenerar el oxíge­no de la sangre. ¿Cómo es posible que en el hospital de Sant Pau, los médicos -para lo mismo, para regenerar el oxígeno de la sangre- me propusieran que me hiciera una transfusión de sangre —con todo el peligro que esto, en mi opinión, todavía implica— y nadie me hablara de la posibilidad de la ozonoterapia?

—No sé; no conozco la dinámica interna, pero pienso que han pasado ya muchísimos años desde el tiempo en el cual el doctor Susini presentó en Burdeos su tesis sobre ozonoterapia; y lo cierto es que ahora existen sociedades que se ocupan de la ozonoterapia en Alemania, en Francia, en España, en Estados Unidos, en todo el mundo… Con resultados alucinantes. Y además, ¡ojo!, que en Barcelona existen muchos sitios en los cuales se practica; el médico que desde hace más tiempo por lo visto la practica es el doctor Pros, al cual te llevé. Pero lo cierto es que no se le da publicidad. Hay una especie de precaución constante que hace que no se hable de esto. O sea, que en vez de aplicarte ozonoterapia si tienes un problema de gérmenes pató­genos, pues te dan antibióticos. Lo siento: personalmente preferiré siempre la otra técnica. O bien, si no hubiera otra terapia, preferiría mediadores que llevan más oxígeno al organismo, y más concretamente al cerebro, ya sea el Ginkgo u otra sustancia, porque son sustancias realmente milagrosas. No es que yo lo diga porque tenga un teléfono directo con San Antonio, no, es que me convierto en el portavoz de centenares de investigadores y de resultados clínicos investigados y comprobados. No se trata de ninguna chorrada semimágica, que se vende en un espacio cualquiera. Soy serio.

«Los médicos no actúan de mala fe. Pero no se han preocupado por documentarse y les cuesta admitir que existen otras formas de curación menos agresivas que las dictadas por las directrices sanitarias oficiales».

André Malby, durante un momento de la conversación con Andreas Faber-Kaiser

Pero no solamente esto. Por ejemplo, me insisten desde hace tiempo para que tome el AZT. Yo, cada vez, se lo rebato, les digo que yo no tomaré un tóxico que de momento te remonta anímica y fí­sicamente, pero que al cabo de un tiempo te mata, no por la enferme­dad, sino por la cantidad de tóxico acumulado en tu organismo. Me niegan mis razonamientos una y otra vez y me dicen que es lo único que de momento puede aliviar a los portadores de anticuerpos que han llegado a una tasa mínima de linfocitos T4. Yo siempre les respondo que no, que lo que pasa es que no se informan, y que yo, como además de paciente soy un investigador y persona de por sí curiosa, pues me he preocupado por buscar otras alternativas. Y resulta que hay muchas alternativas naturales, no tóxicas, para ob­tener el mismo resultado que el AZT, con la ventaja de que no te mata ningún tóxico y, si tienes el suficiente equilibrio anímico y mental, continúas viviendo mucho más tiempo.

—Yo creo que planteas un problema contradictorio. El enfoque del AZT no es que haya mucha gente que sobreviva: es que haya mucha gente que lo consuma. El enfoque es económico y nada más. Las peleas entre el precio europeo del AZT y el AZT producido en el Canadá, que se vende a mitad de precio; peleas a ni­vel de gobiernos para que no se pueda importar tal y cual producto. Pero ¿qué tiene eso que ver con la salud o la vida? Y además, lo siento, pero si un medicamento mata en el mismo lapso de tiempo en que hubiera matado la enfermedad, ¿para qué sirve tomarlo? Además, que me presenten a gente curada del Sida por el AZT. Porque cada vez que un paciente toma AZT y tiene un amigo que no lo toma, el primero muere y el otro no. Los informes de la comunidad gay de San Francisco son ejemplares desde este punto de vista. Pienso que habría que escuchar un poco. Yo formo parte del Comité de Redacción de una revista france­sa que se llama Alerte. Es una revista dedicada precisamente a los temas que tienen que ver con el Sidc)., en la cual colaboramos todos gratui­tamente porque es un problema mundial y un problema de la Humanidad en su conjunto; pues ahí todos tenemos los informes y los datos. Todos. Y además de esto, ¡ojo!, que hay otros trabajos, como los del pro­fesor Beljanski, que fue director de tesis en el Instituto Pasteur de París durante treinta años con ·su mujer Monique, y al que echaron porque se atrevió a decir que llegaba a curar el cáncer. Pero no llegó la sangre al río porque se fue. Este profesor Beljanski es el hombre en cuyos logros se fundamenta el movimiento CO­BRA, el Centro Oncológico de Investigaciones Biológicas, y que produce unas cuantas secuencias de produc­tos que se extraen de plantas. Osea Pao Pereira, Rauwolfia Vomitoria, Ginkgo Bíloba, y sólo una secuencia que son trocitos de ARN, destinada a bloquear la entrada del virus en las células para impedir la replicación. Otro producto es el BIRM, que fabrica de forma artesanal en su laboratorio de Ecuador el doctor Edwin Cevallos, director del Instituto de Tumores de la capital ecuatoriana, Quito. Tampoco es un hombre al cual —es médico licenciado— puedan discutírsele demasiado sus hallazgos científicos. A nivel de escalafón de conocimientos, éste es doctor, y además jefe de un hospital, director de Oncología, con reconocimiento oficial en varios países. Así que a callar y a escuchar. Sin embargo, los de siempre se permiten opinar y echar por la borda —antes de haber mirado lo que se ha hecho— los análisis clínicos y los datos resultantes. Ahí hay un problema de soberbia personal; y cuando la soberbia interviene frente a la salud o la vida, lo siento: hay que darles dos tortas y seguir.

«Un mes después de iniciar la investigación sobre el Síndrome Tóxico —confiesa Andreas Faber-Kaiser—, descubren en mi sangre anticuerpos contra el VIH. Me sumo así a la serie de investigadores, médicos y hasta autoridades que murieron o quedaron afectados de inexplicables cánceres y otras dolencias».

André Malby, descansando
Sobre esfas líneas, André Malby descansando. Abajo, sala donde guarda informatizados los datos e informaciones acumulados durante sus años de investigación. En la página siguiente, uno de los dormitorios de la casa e instantánea de la convalecencia de Andreas Faber-Kaiser.
Sala donde André Malby guarda informatizados los datos e informaciones acumulados durante sus años de investigación

Tú sabes que soy co-fundador, junto con Joaquim Mititieri, mi hijo y otras personas de la sección ca­talana de COBRA —ya perseguida por la Generalitat— y que introduje en España —gracias a ti, porque me lo mostraste hace años en tu masía de Besalú— el libro de los Beljanski La salud confiscada. Y pienso que lo lamentable es que una persona como yo, que no soy un especialista, tenga que dar a conocer lo que hay. COBRA no se conocía en España; Mititieri se en­teró gracias a mí.

—Claro. ¿Y cuál es el problema? Que ni Mititieri ni tú sois médicos. Y que lo normal hubiera sido que un grupo de médicos, que sean médicos porque quieren a los demás, se hubieran interesado por estos productos. Tiene que haber. Yo conozco a unos cuantos. Claro, van en un Citroën dos caballos o tienen coches viejos y destartalados; pero llevan la luz y el amor encima. Y éstos, en medio de la noche, se ven desde muy lejos. No les hace falta comprar lámparas y faroles. Pero hubiera sido lo normal.

Uno de los dormitorios de la casa de André Malby e instantánea de la convalecencia de Andreas Faber-Kaiser

Con el BIRM del doctor Cevallos pasa lo mismo. Un buen día me telefoneó Luz Delgado, que es su representante en Madrid, y me comunicó la existencia de este producto y de este médico en el Ecuador. Me documenté y comencé a divulgarlo, pues no lo conocía nadie aquí. Hice la primera en­trevista en directo con él desde el Estudio 1 de Catalunya Radio (programa Sintonía Alfa). Y ahora le haré un extenso reportaje para la revista MÁS ALLÁ. ¿Cómo es que Sanidad, que sería el organismo responsable, no se preocupa de eso?

—Pero Andreas, date cuenta de que actualmente la Sanidad depende, como importancia y necesidad, del miedo y la angustia. La profesión médica es una paradoja viviente, ya que el objetivo fundamental y último de cualquier médico es que su profesión le resulte totalmente inútil. Porque si consigue el propósito inicial, que es la salud de la gente, ya no sirve. ¿Por qué no se oye hablar del doctor Cevallos? Pues muy fácil: porque basta decir que “es un sudaca” o que habrá hecho estudios pa­gándolos con shewing gum y que seguro que no vale un duro. Sin em­bargo, tú y yo sabemos que este hombre está a la altura de los mejo­res laboratorios y universidades americanas, que éste es un produc­to de la cultura hispánica, que es un hombre que tiene muchísimo más valor que la totalidad de sus contra­dictores, que ni siquiera se han pre­ocupado de informarse. Es una solemne vergüenza. Igual que lo que pasa con nuestro amigo en Burkina Fasso, el padre César Fernández de la Pradilla, de la comunidad de los Padres Blancos, del cual se lle­gan a decir cosas tan bestias como la que dijo el cardenal Zoungrana, obispo de su diócesis, después de comunicarle que debía abandonar el país antes del 15 de Julio: “Al padre César se le había prohibido curar a la gente y se me dice que cura de nuevo mucho. Por lo que no puedo mantenerlo en mi diócesis”. O sea, que el cardenal dice que si el padre sigue curando con éxito a la gente no puede mantenerlo en su diócesis. Pero ¿qué es esto? ¿Es que el ne­gocio de la muerte es más importan­te que la gestión de la vida?

«Ninguna de las autoridades que cito en mi libro Pacto de Silencio se querella contra mí, porque son conscientes de que sólo lograrían que tire aún más de la manta que oculta su complicidad en un crimen masivo con más de 25.000 muertos y 60.000 afectados».

André Malby y Andreas Faber-Kaiser charlando

¿Crees que el sida no se cura todavía porque el negocio será mucho más suculento dentro de cinco años, por ejemplo, cuando la enfermedad se haya extendido más?

—Te voy a decir una cosa muy tonta, que espero sea falsa. Lo cierto es que hay infinidad de gente que se estaba peleando para tener un puesto en algún sitio y no lo lograban por exceso de diplomados; y de repente tienen un puesto en unidades de información, de estadística, de examen y de cálculo. Lo siento, pero es que el Sida, al igual que el cáncer en su tiempo, hace vivir a muchísima más gente de la que mata.

¿Tienes miedo de alguna represalia por haber dicho todo esto?

—Te diré una cosa: peso cien kilos, tengo la mente clara, el corazón limpio, una mujer que amo, un hijo fantástico y lo que hace falta. Que vengan.

André Malby, durante la entrevista

Tú decidiste ya hace unos meses, después de los dos infartos seguidos que tuviste, dejar de atender a más pacientes. Después de esta entrevista, si se publica, que no lo sé todavía, sabes lo que pasará, ¿no?

—Te voy a decir una cosa: yo ya había decidido que no quería tener como actividad social ganarme la vida mediante el miedo o el dolor ajeno. Durante muchos años he intentado equilibrar el amor y la necesidad, pero el bailar con la muerte, como yo hice en Andalucía y en los Andes, tú bien lo sabes, me ha hecho reflexionar sobre dos cosas: que no tenía que aguantar más el despilfarro directo que es una consulta, que no tenía que cobrar un duro más por hacer lo que era obligatorio y que, al final, lo más importante no era que yo ejerciera algo, sino hacer que otros sepan. Por ello he decidido trasmitir mis conocimientos mediante cassettes y llegar al gran público, que es quien está realmente abierto a estas enseñanzas.

¿Qué le dirías a un paciente que después de leer esto se dirija a ti para que lo cures?

—Mandarle una carta para que me diga quién de sus familiares o amigos es el más limpio, el más transparente y luminoso. Y con ése estoy dispuesto a hablar durante una hora o dos, para explicarle lo que yo estoy haciendo contigo y él también lo haga. O sea, dar amor sin contar, dar cariño sin medir, y entregar la esperanza sin calcularla.

Nosotros nos conocemos desde hace unos dieciséis años…

—Dieciocho años, cuatro meses, y dos semanas.

Parece una sentencia.

—Lo siento.

Tú sabes que los primeros años los pasamos en un tanteo mutuo, porque los dos investigábamos de forma muy intensa, y pienso que en la misma dirección, pero no sabíamos si el otro traba­jaba para alguien que fuera opues­to a las convicciones propias.

—Éramos prudentes.

«Este año —1993— publiqué casi seguidos en MÁS ALLÁ dos artículos extraordinariamente críticos con los sistemas sanitarios oficiales de todo el mundo. Al cabo de poco tiempo me apareció la neumonía que estuvo a punto de acabar con mi vida hace unas semanas».


También nos dijimos en aquella época que, aunque no sabíamos si estábamos del mismo lado, si alguna vez uno de los dos estuviera al borde de un precipicio el otro le tendería la mano para salvarlo. Que lo más importante era la amistad.

—Y te diré una cosa: si llegamos a investigarlo, estoy seguro de que averiguaremos que hace mucho más de una vida que llevamos ha­ciendo lo mismo, y que será mucho más de una vida que seguiremos haciendo lo mismo.

Te debo la vida, André.

—Esa es una declaración de amistad.

Gracias.

—No. No digas nunca gracias. Nunca jamás. Mira, cuando yo bebo, no le doy las gracias a mi mano, que me lleva el vaso a la boca. Porque también ella bebe, aunque no tenga boca.

Pero digo realmente gracias desde lo más profundo, porque nunca he vivido una entrega así de una persona a otra.

—Me debes un favor, con lo cual lo exijo: nunca jamás me digas esto. Lo único que te pido, ya sea ahora y en este tiempo y en este planeta, o en otros tiempos y otros sitios del espacio y de las direcciones múltiples del Cosmos, es que si quieres darme algo, hagas alguna vez lo mismo por otro, para que un día podamos crear ese gran círculo de cariño que al final será la Humanidad cuando un día esté reunida en paz alrededor de un gran hogar cósmico.

 Andreas FABER-KAISER, Octubre 1993.



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Fuentes:
https://id.scribd.com/document/279167989/Bbltk-m-a-o-R-006-N%C2%BA056-Mas-Alla-de-La-Ciencia-Vicufo2
http://www.archivosdelconocimiento.org/viewtopic.php?f=41&t=305

1 comentario:

  1. Gracias a Youtube he podido rescatar las conferencias y este escrito. Me ha emocionado enormemente comprobar lo valiosa que es la amistad entre seres humanos cuando se está sacudido por una situación compleja que difícilmente puede uno gestionar solo. Conozco muy bien la situación porque yo misma hice un cáncer de mama en 1974, después de la intervención (tuve la gran suerte de caer en manos de un cirujano que no me quitó la mama) y posterior irradiación de bomba de cobalto. Un ángel me recomendó visitara un medico naturista para en lo posible desintoxicarme. A partir de ahí qué lucha Dios mío con mi entorno a pesar de la mejoría palpable. Entiendo perfectamente vuestra relación porque el bienestar que da esa reciprocidad de AMOR y CONCIENCIA de vuestra humanidad es una maravilla. Los artículos en Mas Allá los leí, lo recuerdo perfectamente, he sido seguidora de Fernando, incluso hice un viaje a Egipto de los que organizaba con el su equipo. También conocí en su día al grupo Cobra, a Hammer, continuo vinculada a la medicina "alternativa" en la que creo fielmente. Qué lástima que se lo llevaran tan pronto, lo seguí en todos sus artículos en la revista Integral, siempre creí que lo que nos decía era la verdad, pero la verdad es molesta pero la semilla está ahí y algún germinará y se convertirá en un poderoso ÁRBOL DE LA VIDA. Buenas noches y un fuerte abrazo de una agradecida Dolors

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