El Chamán - Víctor Brossa

El Chamán, Víctor Brossa

Título: El Chamán
Autor: 
Medio de publicación: Revista «Esencia» nº4
Fecha de publicación: 

El artículo «El Chamán», que apareció publicado en el número 4 de la Revista Esencia en 2012, es en realidad un fragmento del primer capítulo del libro de Víctor Brossa «Activando al Maestro Interior». En él, el autor nos narra su relación epistolar con el chamán francés André Malby y la inmensa influencia que éste ejerció en su camino espiritual. Así comienza un libro basado casi en su totalidad en las enseñanzas y ejercicios propuestos por André Malby en sus cintas y grabaciones.

Un auténtico manual de ejercicios espirituales prácticos que, más allá de la impronta de Víctor Brossa, no pierde un ápice del carácter de André Malby.





El Chamán

«Solo tú puedes decidir qué hacer
con el tiempo que se te ha dado.
Hay otras fuerzas actuando en
el mundo además del mal.»


Gandalf (El señor de los anillos)

Nunca conocí personalmente a André Malby. Cuando yo ya rondaba los treinta años, cayeron en mis manos numerosas grabaciones de un programa antiguo de radio dirigido por el investigador Andreas Faber-Kaiser. El programa se llamaba Sintonía Alfa, y todas aquellas cintas formaban parte de una recopilación de los programas en los que había intervenido el chamán francés.

De voz enérgica y carácter irascible, André era un hombre poseedor de la sabiduría de sus maestros y la experiencia del iniciado, capaz de curar a enfermos y pasar de un cabreo monumental a generar el amor más puro en pocos instantes. Al menos eso era lo que se deducía de sus palabras y de la vibración y seguridad que estas desprendían. Desde el momento en que empecé a escuchar todas aquellas grabaciones sentí que estaba conectando con un verdadero chamán de corazón abierto: un Guerrero y un Mago.

Supe que esas cintas no habían llegado a mis manos por casualidad. En aquel momento yo estaba bajo la tutela de mi maestro y André parecía su clon en todos los sentidos; era como si se repitiera un patrón en mi vida. Sin embargo, la distancia física que había entre André y yo hacía que sus palabras me influyeran de forma diferente. Mientras mi maestro peleaba cuerpo a cuerpo con mi ego, André respondía a cuestiones internas que yo me planteaba y, por tanto, todo lo que decía me ayudaba a comprender mejor lo que estaba viviendo y buscando en aquel momento. André empezó a su vez a aparecerse en mis sueños, al igual que hacía mi maestro, y desde allí ambos guiaban mis pasos por el mundo del inconsciente de forma absolutamente sincrónica y complementaria.

Años más tarde, cuando decidí romper las cadenas de dependencia emocional que yo mismo había creado con mi maestro, escribí a André Malby sin saber exactamente dónde vivía. Fue una necesidad. Envié la carta a una dirección inexistente, pero por alguna mágica razón la carta acabó en sus manos algunos meses más tarde. André tomó aquel hecho como un verdadero augurio y seguimos escribiéndonos. Yo le enviaba en cada carta una pequeña pintura del tamaño de una tarjeta de autobús y él parecía ver en cada creación una nueva señal que nos acercaba. En una ocasión me dijo que a su amada y admirada mujer le gustaban mucho mis pequeñas pinturas de mundos mágicos.

Una vez, cuando le pregunté por la toma de plantas enteógenas para abrir la pineal, me respondió de forma contundente: «Tú no necesitas muletas. Eso es sólo para los que no saben que pueden y al vivir la experiencia se dan cuenta de que existen otros caminos. Tú sí sabes. Mira tus pinturas. Si hubieras nacido en la selva, en una tribu indígena, tal vez sería otra cosa, pero has nacido en Europa. Deja las muletas para otros y confía de una vez en tu capacidad de imaginar». André, al igual que mi maestro, sabía ver lo que ocurría dentro de las personas y siempre hablaba de forma muy directa para el que tenía delante, aunque a más de uno le pareciera que estaba generalizando. Para unos sirve lo que para otros no sirve. Así son los misterios de la vida.

Daniela, su mujer, era pintora. André vivía por aquel entonces en algún lugar de la Garrocha, en tierras de Gerona, al norte de Cataluña. Recuerdo que en cada nueva carta yo soñaba más y más con él. En aquellos sueños, André me mostraba cosas y me enseñaba curiosas técnicas que yo no comprendía y que olvidaba casi por completo al despertar.

Finalmente me habló de unos trabajos en audio que había realizado para reprogramar al subconsciente y de una serie de técnicas basadas en la visualización para conectar con el Maestro Interior. Cuando las adquirí, me encerré durante meses para trabajar con ellas; le contaba mis progresos y le agradecía aquel regalo que nos dejaba a los que podíamos acceder a tan preciado material. Cuanto más trabajaba con todo aquel conocimiento aplicado, más sentía que no era justo que aquella información no estuviera al alcance de todo el mundo; sentí que había que compartirla con el mayor número de personas, pues los resultados eran maravillosos. Se lo comenté a André. Él pensaba de la misma forma, pero era también sabía que cada cosa tiene su momento. Él ya había sembrado; a partir de ahí, el universo debía conspirar, como se dice habitualmente.

Un día me propuso conocernos personalmente. Esa misma noche comprendí a través de un sueño que nuestra relación debía ser a distancia. Aquella era la misma energía que me transmitía mi maestro, y yo ya había decidido que no deseaba tener en mi vida más maestro que yo mismo. Antes de escribir a André para comunicarle aquella dura elección que había tomado, llegó una carta suya, la última que me escribiría: me contaba que los augurios decían que lo que teníamos que hacer juntos en esta vida se había terminado por el momento y que lo que yo necesitaba ya estaba en sus audios y en mi interior, creciendo. Se despedía muy amablemente.

A partir de ese momento, empecé a unir las enseñanzas de aquellos audios a mi propia experiencia, y a medida que visualizaba, mi mente transformaba aquella información en algo más personal. Estaba usando mi capacidad de imaginar para dibujar y colorear mi vida, para enriquecer y llenar de matices mi mundo a partir de todo lo que André y mi maestro me habían transmitido; estaba generando conscientemente mi propia realidad.

Algunos años más tarde empecé a admitir que todos somos canales y que lo que yo hacía en realidad era canalizar información desde estados creativos conscientes. Cuanto más jugaba a recrear dentro de mí el mundo que quería ver, más se materializaba fuera. Mis juegos de visualización empezaron a descongestionar los límites de mi mente y comencé a distinguir entre estados vibratorios, abriendo la puerta al contacto interdimensional con energías, seres y entidades que ejercían la función de guías de mi alma. Me di cuenta, además, que podía estimular mi imaginación y jugar una vez más a ver lo que yo deseara sin diferenciar entre lo que es real y lo que aparentemente no lo es para nuestra parte consciente por haber nacido de la voluntad de nuestra «invención». Al hacerlo, empecé a acceder a mundos paralelos y a atraer e integrar a nuestra realidad lo que yo deseaba. Por tanto, dejé de plantearme si lo que imaginaba era real y comencé a aceptarlo todo como algo existente. Fue ahí cuando entendí cómo funcionan las cosas y cuando empezó la verdadera Magia en mi vida.

Curiosamente, por aquel periodo empecé también a fabricar y a usar los transmutadores de alta vibración en mis meditaciones. Los transmutado-res son unas esculturas de cuarzo que empecé a crear desde recuerdos cada vez más claros de otras vidas en la Atlántida. Para hacerlos funcionar, había que programar los cuarzos y unirlos con un fin. Los transmutadores aumentaban mi frecuencia e impulsaban el contacto con mi centro y con el acceso a información general o concreta, dependiendo de lo que yo pen-sara y sintiera en cada momento. Eran en realidad potenciadores. Más adelante también descubrí la efectividad de los orgonitos, muy relaciona-dos en técnica y resultado. La diferencia fundamental era que los transmutadores parecían más efectivos a la hora de meditar y conseguir resultados internos evidentes. Los orgonitos en cambio ayudaban más a nivel externo en la limpieza de la contaminación electromagnética. Al emplear los transmutadores en mis visualizaciones, al igual que al mirar geometrías sagradas como la flor de la vida o el cubo de Metatrón un poco antes de cerrar los ojos, empecé a sentir presiones cada vez más intensas en la zona del tercer ojo.

En mis últimos años en Berlín, las experiencias se sucedieron de forma constante. Cerraba los ojos y algo pasaba. Tuve contacto con seres del agua, elementales, hadas, elfos, ondinas, seres de otras dimensiones, pleyadianos y guías, pero también con partes de mi interior que desconocía y con seres del reino animal y vegetal.

Puede que alguien piense que todo esto es una fantasmada, lo sé; de hecho, he necesitado años para atreverme a compartirlo. Y lo hago por una sencilla razón: estoy convencido de que todos podemos y de que todos nacemos con esos dones, pero nos los cortan y nos los cortamos al nacer y crecer. Lo hacemos incluso cuando ya somos mayores, constantemente. Dejamos que los programas de esta matriz que llamamos mundo real nos atrapen, olvidando la condición de seres sagrados que traemos con nosotros al llegar a este mundo. Descubrí que a partir de los estados creativos podemos romper cualquier programación y abrirnos al recuerdo de todo nuestro potencial. Me di cuenta de que, al crear cualquier cosa, la imaginación se activaba y el ruido exterior dejaba de afectarme. Eso ocurre cuando dormimos: el ruido externo se calla y soñamos. Por eso en ocasiones decimos que hemos soñado despiertos: parece que nos desconectamos del mundo exterior y nos vamos a algún lugar en el que todo parece posible. Ese es nuestro verdadero poder. El verdadero Chamán es un Artista y, como veremos más adelante, lleva el corazón abierto y genera la magia que desea, siempre con libertad. Se permite jugar a imaginar lo que quiere ver en la obra de arte que es su vida y a generarlo. Podemos diseñar y colorear nuestras vidas, lo garantizo.

No podía creer lo que me estaba pasando. En realidad, una parte de mí sí lo creía porque ya estaba acostumbrándome a dejar entrar la Magia en mi vida, pero no era capaz de aceptar del todo que aquello fuera real. Mi mente racional es experta en sabotear mis propias capacidades porque teme lo que no controla, es decir, lo que no puede explicar. ¿Le suena al lector lo que estoy diciendo? Solo gracias a la confianza en lo que la palabra griega syneidesis significa para mí y a los años de experiencias de los que ya no puedo escapar, pude confiar, nunca mejor dicho y valga la redundancia, en todo aquello que me estaba sucediendo recordando que la única diferencia entre o que consideramos real y lo que no lo es se encuentra en nuestra capacidad de integrarlo a nuestro mundo en tres dimensiones. Depende únicamente de nosotros, de cómo decidamos usar nuestro poder. Cuanto más aceptemos lo que somos y dejemos de negar nuestras verdaderas capacidades, más abriremos las puertas que devuelvan la luz a un mundo, nuestro mundo, creado desde la sombra, desde lo que se mueve detrás del velo que responde a la magia negra de la manipulación y el control, del engaño y la densidad de las cadenas que hicieron del ángel de luz un ángel caído. Quise, una vez más, confiar en que todo lo que uno siente es real, aunque temamos estar montándonos la película nosotros mismos en nuestra cabeza. Aun así, es real. Esta es la clave, una vez más, de nuestro verdadero poder.

Cuando llegué a Barcelona me fui directo a Gerona y pasé unos días en la Garrocha, tierra mágica de brujas. Las causalidades hicieron que me acogiera un pequeño pueblo junto a un arroyo. Allí hice varias meditaciones y empezaron a llegar imágenes de seres que parecían danzar a mi alrededor. Fue una experiencia más propia de un sueño que de algo común en nuestro mundo en tres dimensiones, pero mi emoción sabía que aquello era real. Finalmente entré en el agua y llegué a una parte en donde ésta me llegaba hasta la cintura. Entonces oí la voz del chamán francés; me hablaba desde algún lugar, conectado al agua de aquellas tierras que tanto había amado. La visión fue extraña. Empezó a crecer ante mis ojos cerrados; su tamaño aumentó tanto que yo parecía un enano ante él. Entonces, agarró mis genitales con su mano y empezó a desprender luz. En ese momento, yo también empecé a crecer. Saludé a mi tierra, Cataluña, y a mis ancestros. Al acabar la ceremonia me dijo que ya podía marcharme. Le pregunté si eso era todo. Yo esperaba mucho más. Él solo respondió: «Ahora todo es fácil». Antes de partir me dijo que volvería más adelante para terminar la transmisión y que yo sabría cuándo.

Pasado el verano, sentí que deseaba con todas mis fuerzas volver a aquel lugar. Era algo irracional. Al llegar tuve una gran necesidad de filmar el brillo del sol sobre el agua con mi cámara de vídeo. Utilizando el zoom en el agua, pude ver y grabar el reflejo de la luz del sol sobre el riachuelo y cómo se descomponía formando lo que parecían brillantes estrellas que danzaban para mí. Entonces sentí que el agua era programada por la información que traía el sol, la luz, y mi cámara estaba recogiendo toda aquella información para mí y para los demás. Participé en la programación del agua y decidí usar las imágenes para mis conferencias y vídeos.

Mientras me fijaba en la belleza de aquella danza del sol sobre el agua, empecé a llorar como un niño; fue entonces cuando sentí un clic en mi mente y una fuerte presión en varias partes de mi cabeza. Cerré los ojos y pude ver desde dentro la energía de todo lo que me rodeaba y a todos los seres que compartían conmigo y mi mujer Ariadna aquel espacio sagrado. Parecía una película de hadas y elfos. Ariadna me acompañaba en silencio, moviendo sus manos como hace siempre cuando canaliza. Estaba emocionada y yo me sentía feliz al sentirla tan cerca, tan entregada a nuestra Magia, al sueño de ser nosotros mismos. Algunos de aquellos seres que brillaban delante de mis ojos cerrados me hablaron y me transmitieron información en forma de imágenes, ideas, emociones y sensaciones. De repente y tras un período de éxtasis, aquella visión se cerró y abrí los ojos. Era una nube que no dejaba pasar la luz del sol. Lo relacioné con mi propia sombra, y esperé hasta que de nuevo llegó el sol al agua. Ariadna me miraba sonriente mientras bailaba moviendo todavía sus manos, generando algún tipo de movimiento circular que respondía al ritmo de lo que yo estaba sintiendo. Ella vive siempre entre los dos mundos, y cuando yo cruzo un umbral y accedo a mi corazón, danza conmigo para alumbrar-me el camino. Ella conoce el poder de nuestra syneidesis y es muy feliz cuando me voy al corazón a ser yo mismo. Al cerrar los ojos de nuevo ya no pude ver nada. Entonces apareció sobre el agua la figura de André Malby, o al menos algo relacionado con la energía de aquel chamán que tanto me había influido. Abrió los brazos y me dijo que me daba permiso para compartir todo lo que había aprendido de él. Me hacía heredero de una parte esencial de su conocimiento, y confiaba en que, al fusionar su sabiduría a mi experiencia de vida, yo sería un digno difusor de un mensaje que contenía, de forma muy simplificada y sencilla, las claves para recuperar al menos parte de nuestra memoria perdida, o al menos la activación que pudiera llevar al iniciado al reencuentro con su propia maestría.

Gracias por ser, André. Yo bendigo tu existencia. Fuiste sobre todo y por encima de todo un ser humano que vivió con intensidad y entrega. Tu carácter irascible y tu fuerte personalidad suscitaron detractores de tu figura; tu gran corazón llenó de amigos y admiradores tu vida. Al margen de cómo le cayeras a unos y a otros, te agradezco todos los regalos que la vida puso en mi camino gracias a ti. Tu presencia fue fundamental en algunos momentos delicados de mi vida. Tal vez sin ti yo no estaría aquí, o no sería el que soy. Pusiste luz en mi camino cuando pude escoger otro rumbo, un atajo incierto que me alejara de mí mismo. Tu existencia tuvo y continúa teniendo para mí un valor infinito. Descansa en paz, allí adonde tu luz te lleve.

Nota del autor

Mientras terminaba de escribir este libro, tuve la fortuna de volver a oír en mi mente la voz de André Malby. Yo no estaba muy seguro de estar actuando correctamente al sacar a la luz en este manual sus enseñanzas, pues me estaba apropiando de técnicas e informaciones que no nacieron de mi inspiración, aunque al usarlas durante tanto tiempo acabara enriqueciéndolas o adaptándolas más a mi forma de ser y sentir. Empecé a pensar si no estaría equivocándome. Su voz fue contundente. Me dijo que no me moviera desde el temor, sino desde el amor. Sentí entonces que él había estado conmigo mientras elaboraba el libro y recordé que no era yo el único autor; ante todo, yo era el mensajero de algo nacido desde un estado vibratorio en el que muchas conciencias actuaban sobre mí y me influían mientras yo escribía.

Sonreí y dejó de importarme si su voz era real o solo fruto de mi imaginación. Entonces me dijo: «Tú eres ahora el Maestro de tu propia vida. Toma lo que es tuyo. Corónate rey sin miedo y vive desde allí con la humildad y la confianza del que se sabe en su centro, con el corazón abierto».

VÍCTOR BROSSA




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Fuentes:
https://issuu.com/www.revista-esencia.com/docs/revistaesencia

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