Homeopatía: El Paciente Hace de Médico - Concha Palacios

Homeopatía: Homeopatía: El Paciente Hace de Médico, André Malby y Concha Palacios

Título: Homeopatía: El Paciente Hace de Médico
Autora: 
Medio de publicación: Revista «El Socialista»
Fecha de publicación: 

Concha Palacios nos ofrece, en la Revista El Socialista de julio de 1981, un extenso artículo sobre la homeopatía. En él nos explica en qué consiste exactamente la homeopatía, cuáles son sus atribuciones y el porqué de sus beneficios frente a la medicina alopática. A través de entrevistas a expertos en homeopatía, como el director de unos laboratorios homeopáticos en Bélgica o el propio André Malby, conocemos la situación de la homeopatía en España y en el mundo.




Una forma de curarse sin utilizar fármacos
Homeopatía: El Paciente Hace de Médico

La homeopatía es una de las medicinas naturales más difundidas en todo el mundo, debido precisamente a su rigor científico y a los resultados de sus tratamientos, que carecen de secuelas perniciosas. En Bélgica, se encuentran dos de los laboratorios homeopáticos más importantes de Europa. Hasta allí hemos ido para Investigar qué es exactamente la homeopatía y como trabajan los médicos, ingenieros y químicos que se ocupan de ella.

Según el doctor Schweitzer, Premio Nobel de la Paz en 1952, «cada paciente lleva dentro de sí a su propio médico. Pero los enfermos llegan hasta nosotros sin saberlo, y somos los médicos, si de verdad actuamos bajo el juramento hipocrático, quienes debemos enseñárselo». Esto, precisamente, es lo que hace la homeopatía, una de las medicinas naturales de mayor difusión en casi todo el mundo. Su meta: enseñar al organismo para que se defienda por sí mismo de lo que le acecha, ayudándole a que recicle y genere lo que necesita. Aquí radica la diferencia esencial entre la homeopatía y la medicina oficial o alopatía, que actúa la mayoría de las veces, sobre una enfermedad determinada y no sobre el individuo que la sufre.

En la calle Eloy Gonzalo queda todavía una muestra de Lo que fue el famoso Instituto de San José.
En la calle Eloy Gonzalo queda todavía una muestra de Lo que fue el famoso Instituto de San José.

La alopatía combate las enfermedades con sustancias que se oponen drásticamente a ellas, utiliza tratamientos de choque y mantiene una postura de rivalidad respecto al mal que aqueja al enfermo. La homeopatía, por el contrario, actúa directamente en las estructuras de las personas, las potencia y, aunque diferencia y trata la dolencia del paciente, no pierde nunca de vista que hasta forma parte de él, ya que cada ser fabrica su propia enfermedad, siempre distinta a la de otra persona.

Medicamentos innecesarios

«Una enfermedad es una toma de conciencia imposible de expresar por otro camino», expone el doctor André Malby, representante de los laboratorios homeopáticos belgas en los países de habla hispana. «De manera que hay un metalenguaje orgánico que, no sólo no se puede dejar de lado, sino que es el que indica la verdadera causa que ha provocado el mal. Por eso, la homeopatía actúa sobre el terreno biológico del individuo, quien, a través de sus propias particularidades, tiene unas propensiones más o menos definidas a poseer unas zonas orgánicas funcionales y psicológicas, de mayor o menor resistencia a los agentes patógenos. Esto hace que existan personas más propensas que otras a sufrir determinados problemas. Tampoco hay que olvidar que el ser humano es aquello que come, respira e incluso sueña, y el hecho de integrar esa información aumenta sus defensas, mejorándolo vitalmente».

Por tanto, ingerir sustancias ajenas al organismo puede alterar su funcionamiento y no siempre para bien. Hasta el punto de que las secuelas producidas por los fármacos resultan muchas veces más perniciosas que el mal que se pretendía curar. A pesar de ellos, se siguen recetando cantidades ingentes de medicamentos contra el insomnio, el reúma, las depresiones e incluso el catarro. Por todo esto, el siglo XX pasará a la historia como el de las enfermedades yatrógenas, derivadas de las secuelas provocadas por los tratamientos médicos. La homeopatía, basada en el principio de similitud de Hipócrates («los iguales se curan por los iguales»), utiliza extractos naturales que no resultan tóxicos y carecen de efectos secundarios nocivos.

Al pasar por las salas de los laboratorios belgas, donde los últimos aparatos de la técnica, ordenadores, cromatógrafos, dinamizadores, mezcladores, etcétera, posibilitan la exportación a Europa y América de toda clase de productos homeopáticos, surge una pregunta: si se tiene en cuenta las ventajas que ofrecen, ¿no terminarán estos productos por suplantar a los de la llamada ciencia oficial?

De estas salas salen una multitud de productos homeopáticos, rumbo a todo el mundo.
De estas salas salen una multitud de productos homeopáticos, rumbo a todo el mundo.

«Es cierto que la homeopatía utiliza sustancias claves de efectos reconocidos —responde el doctor Malby—, pero no sólo no va a excluir nunca las técnicas de fabricación alopáticas, sino que, por el contrario, las va a utilizar al máximo. La diferencia estriba en que, en lugar de fabricar una tonelada de un producto para venderlo a precio de oro, fabricará 25 gramos que se venderán al precio del aire. Es preciso recordar que la medicina, como acto humano, consiste más en cumplir un deber, que en cobrar lo que puede nacer de un derecho».

Las secuelas producidas por los fármacos son muchas veces peores que el mal que pretenden curar.

¿Qué es la homeopatía?

A finales del siglo XVIII, el médico sajón Samuel Hanehmann redescubrió el principio de similitud enunciado por Hipócrates al observar que la quinina, antiguo remedio que provenía de los Incas, utilizada en grandes dosis provocaba en un hombre sano los mismos síntomas que la malaria: fiebres intermitentes, trastornos hepáticos, fuertes jaquecas, etcétera. En pequeñas dosis, por el contrario, la quinina curaba a quien realmente padecía esa enfermedad.

En vista de ello, Hanehmann se dedicó a investigar la toxicología de los remedios de su época, experimentándolos en sí mismo y en su familia. Cada día repetía las experiencias con el mismo rigor de observación y anotaba escrupulosamente los resultados de sus ensayos. El hecho de experimentar sobre personas sanas le permitió establecer la patogénesis o abanico de síntomas propio de cada producto. De esta manera, obtuvo los remedios homeopáticos, que son extractos vegetales, animales o minerales, muy diluidos y fuertemente dinamizados por percusión mecánica.

La segunda ley homeopática de Hanehmann, la de las cantidades infinitesimales, creó un enorme revuelo, ya que el médico alemán demostró que el hecho de administrar un medicamento en dosis infinitamente pequeñas, aceleraba la curación de la enfermedad, aunque la sustancia, diluida una y otra vez en determinados solventes, hubiera dejado de ejercer cualquier tipo de acción química. Lo que hacía pensar que, al atenuarse el remedio y dinamizarse, éste se cargaba de una fuerza nueva y vitalizadora.

La tercera ley, por último, la de analogía o individualización, expone que las enfermedades no solamente no son fijas e invariables, sino que, según cada enfermo, adquieren formas particulares. Hanehmann concluyó, en síntesis, que «la homeopatía se basa en la experimentación y su fin es tratar globalmente al individuo y no sólo a su enfermedad».

El doctor André Malby en una de las salas de los laboratorios belgas.
El doctor André Malby en una de las salas de los laboratorios belgas.

Un arte curativo antiguo

Esta medicina, cuya denominación deriva del griego homeo (semejante) y patos (enfermedad), se ejerce hoy día masivamente en todos los países hispanoparlantes de América. Concretamente en Méjico, capital, existen más de 4.000 médicos homeópatas, lo que indica la importancia de este arte curativo, respaldado desde hace más de 100 años por publicaciones y organismos oficiales de todas clases. Esto ha permitido a la homeopatía, a pesar de la incomprensión e ignorancia de algunos sectores, abrirse paso en todo el mundo. Así, en las Universidades francesas de Besançon y Bobigny se conceden diplomas oficiales de medicina homeopática: en Stuttgart se halla el hospital homeopático Robert Bosch. de 300 camas; en Filadelfia, el Gran Hospital Hanehmann, en el que trabajan los discípulos del famoso doctor homeópata Wells, de Brooklyn, etcétera.

En todos los lugares donde se ejerce oficialmente, la homeopatía forma parte de la Seguridad Social. «Hace unos 15 años —nos explica Jean-Marie Danze, director de los laboratorios homeopáticos belgas—, que yo no he tomado siquiera una aspirina, ni he utilizado tampoco antibióticos, ya que mi organismo está acostumbrado a defenderse solo. Me curo las anginas, bronquitis, resfriados, etcétera, con productos homeopáticos. Incluso una neumonía, si el médico es lo suficientemente hábil, puede curarse en tres o cuatro horas sin que surjan efectos secundarios».

«Todo ello representa una enorme ventaja para la Seguridad Social, ya que lo que verdaderamente cuesta a una nación no es tanto la medicación de un enfermo, como las jornadas de hospitalización y los métodos de diagnóstico: análisis, radiografías, etcétera. Aquí, en Bélgica, por ejemplo, un tratamiento homeopático de un mes de duración suele costar alrededor de 150 francos belgas. En cambio, el precio de una terapia alopática no tiene límites. Hay tratamientos que llegan hasta los 2.000 ó 3.000 francos belgas».

Los remedios homeopáticos son extractos vegetales, animales o minerales, muy diluidos y dinamizados por percusión mecánica.

La problemática española

A pesar de todo lo expuesto, la homeopatía sigue siendo una gran desconocida en España. Aunque no siempre ha sido así: en la época de la reina Isabel II, esta medicina estaba sólidamente arraigada, tanto en Madrid como en Barcelona y también en otros puntos de la Península aumentaba el interés por estas técnicas. A partir de 1940, la situación cambió por motivos políticos; las envidias y rencillas entre los propios médicos homeópatas echaron por tierra lo conseguido.

En Barcelona terminó por cerrarse la Academia de Medicina Homeopática; en Madrid ocurrió lo mismo con el hospital de San José, sede de la homeopatía madrileña. Todavía hoy pueden verse las placas que lo señalan en los muros abandonados del edificio de la calle Eloy Gonzalo, rodeado de un jardín totalmente descuidado, que simboliza el estado actual de la problemática homeopática española.

Sin embargo, la homeopatía parece recuperar, muy lentamente, el terreno perdido. Los médicos jóvenes se empiezan e interesar, en un momento de desencanto general, en esta medicina, que, además de curar, enfoca y resuelve de otra manera la vida. La Organización Mundial de la Salud enarbola como lema del año 1981: «La salud para todos en el año 2000», y cada vez resulta más claro que la homeopatía puede ser una de las medicinas del futuro, al menos en España. En muchas otras partes del mundo ya es la medicina del ahora.

CONCHA PALACIOS



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Fuentes:

Rafael Pineda

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