Andrés Malby, Perfumista y otras hierbas - Magazine de La Vanguardia (1989)

Andrés Malby, Perfumista y otras hierbas, Magazine de La Vanguardia

Título: Andrés Malby, Perfumista y otras hierbas
Autor: 
Medio de publicación: Magazine de «La Vanguardia»
Fecha de publicación: 

Esta entrevista fue publicada en el Magazine de «La Vanguardia» el domingo, 28 de mayo de 1989, con motivo de la publicación del libro de André Malby «Le livre des parfums à faire soi-mème», en el que compartía diversas recetas de elaboración de perfumes caseros.

En ella se trata principalmente la faceta perfumista de André, que señala la importancia de la información olfativa en la comunicación entre seres humanos, y explica la importancia de la elaboración de un perfume coherente con lo que somos en vez de uno que enmascare nuestra verdadera naturaleza.




Andrés Malby, Perfumista y otras hierbas

Andrés Malby vive en una antigua masía de la Garrotxa, rodeado de hierbas, esculturas y lienzos.
ANDRÉS Malby vive en una antigua masía de la Garrotxa, rodeado de hierbas, esculturas y lienzos.
ANDRÉS Malby es perfumista. Pero también es escultor. Y joyero. Y químico. Y biólogo. Y astrólogo. Y alquimista. Y sastre. Y escritor. Y meteorólogo. Y filósofo. Y matemático. Y médico. Y herbólogo. Y gastrónomo. Y guionista. Y…

“Todo eso son tonterías –me corta Malby–. La gente quiere poner siempre a los demás una etiqueta. Y eso sería como tener un roble enorme, gigantesco y decir de él que es una cosa de color verde. De vez en cuando es verdad que es una cosa de color verde, pero también es madera, es donde van los pájaros, las mariposas, los insectos… y que igual dos enamorados se suben, hacen una cabaña, los niños se balancean… Yo no creo en las limitaciones, es tan absurdo poner una etiqueta a alguien como intentar llevarte la felicidad de un día de playa cogiendo un vaso de agua en la cresta de una ola. No es el mar.”

–Entonces, ¿por qué ha puesto en la entrada de su casa un letrero inmenso que anuncia la presencia de un filósofo?

–La escogí entre todas las carreras que he hecho porque, como no quiere decir nada, no me pone limitación ninguna.

“Pero nada de eso es verdad –insiste–. Lo que se hace aquí es muy fácil: vivir. Es una de las pocas profesiones hacia las cuales tengo que respeto.

–¿Qué es vivir?

–Lo que se hace en Can Malby.

–¿…?

–Vivir es no dejar huellas que no te corresponden. La gente que no vive son los que corren por el bosque siendo jabalíes y dejan huellas de conejo. No es nada más. Sólo un problema de coherencia. Creo que hemos nacido para ser felices, gloriosos, luminosos… Creo que cuando comes, duermes y actúas, los muebles alrededor de ti se ponen felices y tienen más sentido que antes. Más o menos es esto. Vivir. Profesión en Can Malby: vivos.

Acabamos de llegar a su masía de la Garrotxa. Nos habían dicho que Malby acababa de escribir un libro sobre la elaboración del perfume, que aparecerá en los próximos meses es Francia y Suiza. Empezamos por ahí. Explica que, además de “Le libre du parfum”, ha escrito otro sobre cosmética natural. Que antes de su publicación se han vendido ya 60.000 ejemplares. Que es un libro que enseña a las mujeres a hacerse sus propios productos, saltándose todas las alteraciones que necesita el mercado: la conservación, el transporte, los “spots”…

“Todas esas historias –resume–, que vienen a ser como ligar con una chica guapísima, pero, cuando la tienes en los brazos, te das cuenta de que está muerta desde hace un mes”.

–¿Y el libro del perfume?

–Lo que trato de explicar es que cada persona tiene su perfume. Tú tienes tu perfume. ¿Quieres que te lo haga?

–En un abrir y cerrar de ojos, estamos en el laboratorio, rodeados de pequeños frascos de esencias. Malby me mira. Coge un frasco. Vuelve a mirarme, lo huele. “Tienes la tensión muy baja”, dice, y vierte unas gotas en un recipiente. Coge otro frasco del fondo del estante, me echa un nuevo vistazo y sonríe: “Ah, éste sí. Pareces muy segura, pero no lo eres tanto”. Continúa la mezcla. Un poco de pachuli… “Tu problema es que siempre dices ‘sí, aunque’, en lugar de decir ‘no a pesar de’.” Un fondo de madera no le iría mal, dice, mientras añade unas gotas a la mezcla. Y sigue: “Vives del recuerdo de un paraíso perdido”. Más madera…

Apenas logro sobreponerme, me sobresalta de nuevo: “Quieres ahora que te hable del olor a santidad?”

«Descubrí por el olor el lugar donde estaban enterrados dos obispos del siglo XIII. El olor a santidad existe»

–Pues…

–Huele a los componentes fundamentales de la violeta. Descubrí por el olor el lugar donde estaban enterrados dos santos del siglo XIII. Fue en el departamento de l’Aude en Francia, tenía 16 años y era una época en que estaba hipersensible. Percibí en un lugar un olor a violeta intenso y se lo dije al volver a Biarritz a un señor que a su vez se lo comentó al delegado de Cultura francés. Fuimos allí, se excavó y efectivamente encontramos los sarcófagos con lo que quedaba de los cadáveres de dos obispos. El olor a santidad existe.

–Eso es tanto como admitir la existencia de los santos.

–Te diré una cosa. Si tú no llegas a imaginar los santos, ¿cómo llegas a imaginar a los que no lo son?

–¿Sería posible reproducir el olor a santidad en un laboratorio?

–Sí, pero es que no le veo el interés. Si me da la gana oler así intentaré ser santo. De momento me interesa más mirar las nalgas de las niñas y a veces inventar nalgas donde sólo hay un tronco y piedras. El artista es un excavador de la realidad y el perfume es sólo una selección dentro de todo lo que puede salir.

–La naturaleza se debe resistir a entrar en un frasco.

–¿Me dejas dos minutos y te hago un olor a madera? No hay ninguna dificultad. Todos los olores se pueden reproducir.

–¿Se puede conocer a alguien por su olor?

–Por supuesto, no sólo se puede conocer, sino que siempre funciona así. Pero hay poca gente que se quiera tanto como para ser capaz de ligarse a sí misma si se encontrara. Con lo cual, ¿qué hacen? Pues se intentan vestir, disfrazar, maquillarse… tapan sus olores con desodorantes. Yo pienso que la verdad es cuando la gente y el mundo se quiere por sus defectos, porque querer por las cualidades cualquier tonto es capaz de hacerlo. El amor nace por otras cosas.

«Si el perfume que te pones no te manifiesta, es que algo en ti necesitas esconde. Y eso está mal, estás fallando tu vida»

–¿Y el perfume las enmascara?

–Hay dos perfumes. Hay unos que exaltan, amplían, explican, divulgan lo que uno es; es como una lectura extensa de un texto condensado. Y hay otros que tapan, esconden, disfrazan. Hay que escoger entre la verdad y la mentira.

–¿Cuáles son los de verdad?

–Probablemente tienen que ver con lo que estoy haciendo ahora. En este libro la gente va a aprender a acordar el perfume que usa a lo que uno es. Porque si tú te pones un perfume que tapa la realidad para que parezca lo que tú no eres, estás fallando tu vida.

–¿Poseemos una sensibilidad olfativa real?

–Sí, pero alguien que viva con esa sensibilidad no puede convivir con los demás, porque llega la señora que tiene los dientes lavados con el dentífrico que huele a menta y el pelo a serrina vieja. Y ¿cómo te las arreglas? Porque los ojos se pueden cerrar, pero las narices no.

–¿Por eso se ha atrofiado ese sentido?

–No, no se ha atrofiado. Es que la gente si utilizara el sentido del olfato estaría obligada a comportamientos más coherentes de los que tiene. Yo sé cuándo alguien se me acerca si tiene miedo o no tiene miedo, sé si una mujer está caliente o está fría, con lo cual se dirá que soy animal. Pues bien, soy animal, muy bien, ¿y qué? Se huele, como se huele que a ti te duele de vez en cuando la espalda a nivel de cintura.

–¡No puede ser...!

–Sí, sí.

–Pero ...

–Te diré una cosa: hay que devolver a la gente en general, a la Humanidad en su globalidad, el derecho de captar el mundo que le rodea por el sentido más fundamental para todos los seres vivos, desde los abejorros a los toros: el olfato. ¿Has pensado alguna vez por qué la gente dice: “Esto me huele mal”?

–No.

–Pues piénsalo.

–¿En qué medida influimos en los demás a través de nuestro perfume?

–Mucho, sobre todo las feromonas que son esos olores sexualmente, hormonalmente, definidos que nos permiten identificar a los demás por lo que son. Explican el hecho de que algunos políticos, cantantes o artistas que tienen un éxito brutal cuando están en contacto con la gente, cuando se les quita la presencia olfativa y aparecen a través de la televisión o la radio, ya no comunican. Y ya nadie entiende nada.

–¿Por qué ha escrito el libro?

–Yo creo que estamos en un tiempo en el cual es vital decir a la gente que está el mundo a su disposición, que la única obligación que tenemos es ser felices y que éste es uno de los caminos, como hay muchos caminos de subir hasta la cumbre de un bosque. Yo trato de vida, a mí lo único que me importa es la vida, la felicidad de vivir, la alegría de existir. Es decir, el entusiasmo, ante todo, porque estoy harto de ver a la gente triste. Está la gente con una cara de tristeza que es impresionante. Y busco a los que tienen la sonrisa pegada a la cara. Tú misma.

–A veces la tristeza es inevitable.

–Eso es una idiotez como un templo.

–Yo…

–Yo creo que la gente se va buscando a sí misma, todos tenemos una idea de lo que tendríamos que ser. La gente quiere engordar o adelgazar, se pone maquillaje, un vestido, un traje, busca un ambiente, una luz, un tipo de olores, una presentación… porque todos están buscando hoy día la manera en la cual van a poder enseñar no sólo lo que son o podrían ser, sino lo que tendrían que ser.

–¿El mundo ha vuelto la espalda a la Naturaleza?

–El mundo está en la dialéctica de seguir siendo una especie de aborto de destino propio, o bien de llegar a conseguir ser esta especie de milagro íntimo que todos soñamos. Y, por qué no, ser geniales. Yo creo que la felicidad es contagiosa, la gente cree que sólo lo es la enfermedad, pero te diré una cosa: en el polo opuesto de la enfermedad está la salud. Y la salud significa alegría, consciencia, inteligencia, luz, genialidad. Es un placer tremendo coger una piedra, mirarla y acordarse de que alguna vez fue montaña. Esto es la vida. El resto son sólo carteles, y eso es como hacer el amor a una foto de “Playboy”.

–¿Cuál es el futuro de los perfumistas?

–Los perfumistas son gente muy creativa, muy genial y no temen a nadie. La calidad no tiene competencia. Y por eso los perfumistas de verdad no tienen nunca que temer nada. El miedo sólo existe en el mundo de los pequeños que intentan ser grandes y que mienten. Y éstos no importan a nadie. Estamos entrando en un tiempo en el que ya no hay posibilidad, ni hueco, ni oportunidad para mentir. El mundo se está abriendo, con lo cual cualquiera que intente decir que lo mío es lo mejor necesitará demostrarlo.

–Pero sigue vendiendo el envoltorio.

–A mí qué me importa lo que vende. ¡También las putas venden mucho! Si eres tan idiota como para preferir una lata de conserva de melocotón a un melocotonero, pues mira, algo tendrás que aprender de la Naturaleza.

–Entonces, ¿el mundo es idiota?

–Pues mira, yo creo que sí. Nadie se da cuenta que basta decir no.

–¿Miedo?

–La libertad empieza cuando empiezas a decir que no. Los niños pequeños dicen “Jaime está enfadado”, “Jaime quiere esto”, hasta que un día dicen: “Yo estoy enfadado”, “yo quiero Esto”, y ése es el día en que empiezan a existir. Y la sociedad, de momento, dice: “La sociedad está cabreada”. ¿No crees que basta ya de primitivismos? El derecho a la cultura, a la sensibilidad, a la emoción, al destino, el derecho a soñar un mundo perfecto, el derecho a mirar a alguien que no es guapo descubriendo dentro de él la maravilla que no ha llegado a manifestar. ¿Tú te crees que no es sólo un derecho, sino un deber? ¿No te crees que soñar es el primer camino que permite hacer que el mundo, a lo mejor, acabe siendo lo que tendría que ser?

–¿Qué tendría que ser?

–Es tiempo de darse cuenta de que la gente es lo que da, somos lo que damos, no tienes nada si no puedes darlo a otro. Si el perfume que te pones no te manifiesta es que algo en ti necesitas esconder y eso está mal.

–Y ahora, ¿qué hago con mi perfume...?

–No te lo pongas, si alguna vez hace falta que algo diga lo que tú eres es que algo falta a tu vivencia.




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Fuentes:
Guillermo Caba

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