Carta desde Provenza - André Malby

Carta desde Provenza, André Malby

Título: Carta desde Provenza
Autor: 
Medio de publicación: Revista «Hora Zutz» nº2
Fecha de publicación: 

«Carta desde Provenza» es un artículo escrito por André Malby para la Revista nº2 de Hora Zutz, que salió publicada en el año 1991. Se trata de un escrito muy personal, que da más la sensación de ser una reflexión íntima, para sí mismo, que un artículo para ser compartido con el gran público. Además de un precioso poema, en él comparte su relación particular con el conocimiento. Pero no el conocimiento acumulativo que se obtiene de los libros, sino el conocimiento sutil que se obtiene de los flujos energéticos de la memoria del universo. Esos destellos de realidad que se aparecen a aquellos que son capaces de desvincularse de su existencia terrenal y conectar con la esencia de su verdadero ser.

Un escrito íntimo y místico, que destila toda la esencia de André Malby y que alberga, en unos pocos párrafos, un manantial de sabiduría para todo aquel que sepa leer entre líneas.





Carta desde Provenza
André Malby

¡Pisadas humanas y huellas de dinosaurios entremezcladas!
Un niño libanés sabe quién fue en otra vida y quién lo mató.
¡Lo desenmascara veinte años después de su propia muerte!
¡Ocas que advierten de un bombardeo!
¡El general Patton se acuerda de sus vidas como guerrero
al mirar la llanura y las ruinas de Cartago!
¡Lluvias de renacuajos, de sangre, de peces!
En el Líbano hay una tumba de un santo.
¡De ella manan litros y litros de un líquido aromático!
¡Artephius declaraba tener mil años y estar cansado de vivir...!
Los dogones de los acantilados de Bandaguiara ordenan
el ritmo secular de sus más secretas ceremonias
sobre el movimiento de una estrella doble: ¡Sirio y su compañero!
¡Hace escasos años que llegamos a discernir estos dos astros por medio de telescopios!


El mundo está hecho de la misma materia que los sueños

Pasamos nuestras vidas recogiendo pasas del postre universal, ¡y nadie escucha las voces de los pocos que han hablado con el cocinero! A veces aparecen por un instante partes de continentes desconocidos aflorando en la superficie de la realidad en la cual vivimos.

Aunque hablemos de nuestro universo con toda la solemnidad de la que somos capaces, este énfasis suena a muy poco cuando la conciencia se acerca a conceptos que la harían explotar en pedazos si estuvieran integrados.

Este universo no es nada más que una ridícula ondulación cuántica en una de las miríadas de calas infinitesimales que bordean un inimaginable océano energético en el cual los tiempos se cruzan y se mezclan en huracanes meta-cósmicos.

Algún día me bañaré en las olas imposibles de un océano en el cual cada gota será una eternidad. Lo único que importa realmente es lo que no se puede ni siquiera imaginar.

Tengo la certeza de que la verdadera consciencia está siempre por delante de la realidad.

La consciencia esencial se acerca al mundo que podría ser a través de sus desesperaciones. Cada vez que oigo una explicación, algo muere en mí, asesinado por la ferocidad de las clasificaciones. El conocimiento por acumulación es el cementerio de la genialidad.

Hay una gigantesca riada de información y conciencia que recorre el cosmos, barriendo soles y estrellas. A veces algunas salpicaduras me han tocado, dejando en mi conciencia unas huellas incandescentes que nunca se apagan.

En alguna parte, en la zona más alta y etérea de mi conciencia, hay una superficie a la que me acerco a veces, sin nunca llegar a traspasarla. Detrás luce un resplandor vivo, animado de ondulaciones y vibraciones sin fin. De tanto en tanto algo cae desde el resplandor y atraviesa toda mi conciencia a una velocidad tal que es imposible llegar a saber lo que pasó por ahí, sólo queda la insoportable certeza de su importancia.

Muy cerca de su superficie, justo en el punto último después del cual nunca he llegado a ir, hay otras presencias, tan descarnadas como la mía; son los otros, todos los otros. Para pasar al lado de esta luz hay que dejar de confundir la ilusión de existir con la imposibilidad de desaparecer.

Llevo mi propia muerte, ¡y ella es un sol!





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Fuentes:
Rafael Pineda

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